El derecho a la alimentación es uno fundamental, pero necesitamos transformar la forma en la que funcionan los sistemas alimentarios para que sea una realidad para todos.
“Poner mayor énfasis en la agroecología podría no solo enfrentar la actual crisis alimentaria global, agravada por la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania, sino también ofrecer soluciones de largo plazo a otros problemas ambientales y sociales, incluidos el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la pobreza y la desigualdad de género”, señaló Fergus Sinclair, jefe de científicos del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), en el discurso de apertura de un evento paralelo llevado a cabo en el marco del 77º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York.
La reunión, organizada por la Plataforma de Asociación Transformadora (TPP, por sus siglas en inglés) sobre Agroecología junto con el Gobierno de Suiza, exploró las implicaciones del informe publicado por Michael Fakhri, Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, para la naciente Coalición para la transformación de los sistemas alimentarios a través de la agroecología. La Coalición de Agroecología es un grupo integrado por alrededor de 40 países y 80 organizaciones que se han unido para promover transiciones agroecológicas a nivel mundial.
Los conflictos armados, los trastornos relacionados con el clima y la falta de protección social han puesto a millones de personas en riesgo de sufrir hambre, aseguró Olivier de Schutter, relator especial de la ONU sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. La crisis se agudiza en países que dependen de la importación de alimentos para cubrir sus necesidades a nivel nacional.
“Cada vez más, la agroecología es vista como una herramienta para abordar esta crisis”, destacó de Schutter. “Tiene la virtud de ofrecer una respuesta al gran impacto de los sistemas alimentarios sobre la pérdida de la biodiversidad y las emisiones de gases de efecto invernadero”.
La agroecología comprende 13 principios universales enfocados en producir en armonía con la naturaleza y en organizar los sistemas alimentarios para que sean gestionados de una manera justa. Cuando los principios se aplican localmente dan origen a una diversidad de prácticas que combinan el conocimiento local y científico y que se adaptan a los contextos ecológicos y culturales locales. La agroforestería –entendida como una práctica en la que los productores siembran una combinación de diferentes árboles y cultivos, y crían ganado en sistemas integrados, en lugar de sembrar monocultivos separados y de criar ganado de forma intensiva que depende de químicos perjudiciales para el medioambiente– representa el tipo de prácticas que da resultados.
“La agroecología proporciona alimento a las comunidades locales, y hace que sea posible pagar y tener acceso a una alimentación saludable”, explicó de Schutter.
Comparada con la actual forma de producción altamente industrializada y que con frecuencia daña al medioambiente y a los suelos, destruyendo sus propiedades regenerativas, la agroecología permite que las personas puedan cultivar sus propios alimentos mientras se mantienen las funciones del suelo para secuestrar carbono y almacenar y regular el agua y los nutrientes. De esta forma, se preserva la salud de los suelos y se mejora la sostenibilidad y resiliencia de los sistemas alimentarios.
La agroecología también puede contribuir a solucionar la crisis de la pobreza, como lo sugirió de Schutter, porque requiere de “una gran cantidad de mano de obra” y, por lo tanto, crea empleos en áreas rurales. Esto contrasta con el objetivo convencional de reducir el número de personas involucradas en la producción de alimentos. No es solo la cantidad de trabajo la que importa, sino también lo significativo que es el trabajo para aquellos que lo hacen. Asimismo, se indicó que la agroecología, que requiere más trabajadores que la producción industrializada, también ofrece oportunidades para el desarrollo personal y la conectividad comunitaria, y ayuda a aliviar algunos de los problemas de las ciudades al reducir la ola de migrantes que van del campo a las urbes.
Cultivar alimentos de forma más local y mejorar la conectividad entre los productores y los consumidores –principios centrales de la agroecología– concuerda con el desarrollo de una democracia “deliberativa” o “profunda”, que confiere una participación más equitativa en decisiones relacionadas con la producción y distribución de alimentos, afirmó Jahi Chappell, director del Centro para Sistemas Alimentarios Regionales de la Universidad Estatal de Míchigan. Chappell identificó a la concentración del poder corporativo en la industria de los alimentos (que tiene un interés en mantener el statu quo) como una limitante clave para la transición agroecológica, e indicó que para lograr el cambio se requiere de una capacidad de acción fortalecida por parte de los productores y los consumidores.
Una participación más equitativa en la producción de alimentos por medio de transiciones agroecológicas podría también ayudar a abordar la desigualdad de género, evidenciada por la desproporcionada magnitud en la que la actual crisis alimentaria afecta a mujeres y niñas. Según ONU Mujeres, la brecha de género en la seguridad alimentaria se ha incrementado de 1.7 % en 2019 a 4 % en 2021, lo que significa que ahora hay 126 millones más mujeres que hombres sin acceso a alimentos, como lo señaló Jemimah Njuki, jefa del departamento de empoderamiento económico de ONU Mujeres.
Pero el hambre es solo una parte del problema que enfrentan las mujeres. Las crisis alimentarias con frecuencia desembocan en otros problemas, incluida la violencia de género. Los hogares que atraviesan inseguridad alimentaria tienen más conflictos, comparados con sus contrapartes que tienen seguridad alimentaria. En algunas partes del mundo las mujeres también se ven forzadas a involucrarse en transacciones sexuales a cambio de alimentos, lo que podría resultar en la trata de personas. “Esta es una violación flagrante de los derechos humanos. Pone en peligro a las mujeres y a las niñas, su salud física y mental, pero también su dignidad”, advirtió Njuki.
Por lo tanto, al aplicar la agroecología para resolver la actual crisis alimentaria global, Njuki sugirió priorizar la participación de las mujeres y las niñas. También promovió la implementación de prácticas de agroecología con perspectiva de género y políticas, prácticas y programas agrícolas resilientes al clima, que también estarán alineados con los esfuerzos para resolver los problemas relacionados con el clima.
Las transiciones agroecológicas suponen cocrear con los productores sistemas agrícolas, algo que las asociaciones de productores y coaliciones agrícolas en Asia y África están empezando a hacer. En Indonesia, una unión de productores compró cultivos de los agricultores durante la pandemia de COVID-19. “La pandemia ha destacado el valor de la solidaridad y la importancia de aplicar el conocimiento tradicional local en tiempos extremadamente difíciles”, opinó Zainal Arifin Fuad, miembro de la red mundial de productores La Vía Campesina.
La Alianza para la Soberanía Alimentaria en África, la red más grande de la sociedad civil en el continente, ha jugado un papel importante en promover la transición hacia la agroecología a lo largo y ancho del continente. La Alianza ha estado trabajando con la Unión Africana para desarrollar políticas y estrategias para la transformación del sistema alimentario, dijo Million Belay, el coordinador de la Alianza para la Soberanía Alimentaria en África.
Los jóvenes son también un factor importante en el cambio hacia la agroecología. En especial, cómo los denominados milenials y Generación Z utilizan su dinero es un factor clave en el mercado de los alimentos. “La gente se preocupa, pero con demasiada frecuencia no toma acciones”, señaló Eve Turow-Paul, directora ejecutiva de la Liga de Alimentos para el Clima. Ella destacó que los productores de alimentos necesitan pensar cómo estructurar sus mensajes para impulsar la demanda de alimentos amigables con el clima por parte de los más jóvenes. Las personas no quieren pensar en ideas complicadas cuando están comiendo. La comida significa confort y celebración, así que necesitamos “asegurarnos de posicionar a los alimentos climáticamente inteligentes para que sean atractivos, fascinantes y culturalmente relevantes para aquellos a quienes nos dirigimos”.
A pesar de los recientes e importantes progresos, todavía existen grandes obstáculos que impiden la transición a la agroecología. De Schutter destacó que algunos son de tipo financiero, como son las deudas públicas de los países en desarrollo, que les impiden invertir en el desarrollo agrícola. Ligado a ello está la falta de voluntad política de algunos gobiernos para dejar atrás las subvenciones a los insumos que compran la lealtad de los productores, quienes también son votantes. De acuerdo con el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022, en promedio, entre 2013 y 2018, el mundo gastó cerca de 630 mil millones de dólares cada año para apoyar la alimentación y la agricultura. Pero mucho de ese dinero, canalizado por medio de políticas de mercado y subsidios fiscales para insumos, distorsiona los mercados, es distribuido de manera desigual y, por lo tanto, no llega a los productores, daña el ambiente y no promueve la producción de alimentos nutritivos. Solo una pequeña proporción de estos incentivos están dirigidos a la agroecología.
Se requiere un cambio radical en cuanto a actitudes, estructuras y acciones relacionadas con los sistemas alimentarios. Por lo tanto, como lo evidenció la Coalición de Agroecología, la cooperación internacional es vital para traducir las aspiraciones de cambio en transformaciones reales en el sistema alimentario. Suiza se ha convertido en un actor importante en la escena internacional, al ofrecer apoyo por medio de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo, que forma parte del gobierno federal de aquel país. Marylaure Crettaz Corredor, quien es corresponsable del programa global de la agencia sobre seguridad alimentaria, detalló que el Gobierno suizo se ha involucrado en “intercambios entre iguales” con los responsables de la formulación de políticas de hasta 80 países para compartir conocimientos sobre mejores prácticas en agroecología.
Al resumir el debate, de Schutter identificó tres puntos principales. Primero, que es importante descartar las dudas acechantes sobre si la agroecología puede alimentar al mundo. Para muchos productores de pequeña escala en el mundo en desarrollo, la intensificación agroecológica puede incrementar la productividad por medio de cultivos intercalados, control natural de plagas, cosecha de agua de lluvia, abonos naturales y la fijación biológica del nitrógeno; mientras que en países industrializados las transiciones agroecológicas pueden hacer que los sistemas agrícolas y alimentarios sean más sostenibles. Segundo, las múltiples dimensiones de las transiciones agroecológicas abren la oportunidad de alianzas más extensas para promover su aceptación, incluidos los organismos de salud pública, grupos que luchan contra la pobreza, y el movimiento climático, los que pueden unirse a organizaciones de productores y de la sociedad civil para generar el cambio.
Se requiere de una mayor democracia alimentaria para asegurar que las políticas alimentarias globales, regionales, nacionales y locales contrarresten a las grandes corporaciones que tienen una influencia desproporcionada en cómo se organizan los sistemas alimentarios, permitiendo, de esta forma, que productores y consumidores de alimentos reivindiquen su preferencia por alimentos nutritivos y deliciosos, producidos de forma sostenible y justa.
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