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No, la biodiversidad no puede esperar otra década

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Mientras se sigue desarrollando en Montreal la 15.ª Reunión de la Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), crece la expectativa sobre lo que determinará que los países acuerden nuevos y concretos objetivos para la protección de la naturaleza.

Pero entre tanto, cada día perdemos más especies en lo que se sabe hoy es el sexto evento de extinción masiva del planeta, impulsado esta vez por los seres humanos. La Tierra, que ya ha pasado cinco veces por esta situación, probablemente sobrevivirá. La humanidad, en cambio, podría desaparecer debido a una debilidad en particular: nuestra incapacidad para responder a amenazas futuras del mismo modo en que podemos hacerlo, por ejemplo, ante una pandemia o una crisis financiera global.

Esta tiene que ser la década en la que detengamos la pérdida de biodiversidad. No lo conseguimos en 2010, como estaba previsto, y el año 2020 pasó sin que ninguna de las Metas de Aichi se cumpliera plenamente.

¿Podemos tener esperanza en el 2030? El primer borrador del Marco Mundial de la Diversidad Biológica Posterior a 2020 era prometedor porque se basaba en sólida evidencia científica. Incluía objetivos para mejorar la integridad de todos los ecosistemas, reducir por diez la tasa de extinciones y salvaguardar la diversidad genética. También hacía hincapié en la necesidad de valorar las contribuciones de la naturaleza a las personas, garantizar un acceso justo y equitativo a los beneficios de los recursos genéticos, y cubrir un déficit de financiamiento anual de USD 700 000 millones y reconvertir las subvenciones perjudiciales para el medioambiente.

Sin embargo, aunque el proyecto de marco ha pasado por dos años de desarrollo y perfeccionamiento durante las negociaciones en línea de 2021, aún debe ser acordado por las 196 Partes que se reúnen en Montreal esta semana. Pero ahora, con más de la mitad del camino andado, las negociaciones parecen haber vuelto al punto de partida, y la mayor parte del trabajo duro se ha dejado para el último minuto.

Están surgiendo señales de alerta. El objetivo de “30 para el 2030” de proteger el 30 por ciento de la tierra y el mar en los próximos siete años ha acaparado la mayor parte de la atención de los medios de comunicación, y apoyamos plenamente los esfuerzos para lograrlo, siempre y cuando se haga de una manera pertinente e inclusiva a nivel local. Sin embargo, el foco central de este objetivo son las zonas protegidas u “Otras medidas eficaces de conservación basadas en áreas (OECMs por sus siglas en inglés)”. A menos que se tomen precauciones, se corre el riesgo de repetir la historia de coerción de imponer iniciativas de conservación a los pueblos indígenas y las comunidades locales.

El énfasis excesivo en las áreas protegidas puede llevar a excluir la agricultura y dejar de lado la necesidad crucial de desarrollar sistemas alimentarios biodiversos, inclusivos y resilientes. Un borrador actualizado del acuerdo marco publicado el mes pasado hace referencia a la agricultura para la producción de alimentos, pasando por alto las formas en que los paisajes de mosaico de cultivos y árboles pueden conectar hábitats naturales y ayudar a conservar los servicios ecosistémicos.

La soberanía sobre el código genético digital es otro punto en conflicto, sobre todo para los países africanos que temen perder el acceso a sus propios tesoros naturales por medio de la biopiratería. O el acuerdo podría simplemente terminar debilitado por dilución, a pesar de haber sido orientado por la base de evidencia más sólida existente hasta la fecha.

El Centro para la Investigación Forestal Internacional y Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) ha aportado la base empírica sobre biodiversidad tanto en paisajes naturales como gestionados en más de 92 países, con una experiencia combinada de 70 años sobre el terreno. En colaboración con los Ministerios de Agricultura y Forestería, y un amplio abanico de socios internacionales, nacionales y locales, estamos cocreando soluciones relevantes a nivel local orientadas por la demanda por medio de alianzas que, en algunos casos, llevan ya varias décadas.

Los bosques, los árboles y la agroforestería tienen el poder de transformar paisajes, medios de vida, comunidades y economías. Nuestro trabajo aborda las tres Convenciones de Río —sobre biodiversidad, clima y desertificación— y crea sinergias que pueden hacer frente a los retos mundiales interconectados de nuestro tiempo, como la pérdida de biodiversidad y la deforestación, la crisis del clima, los sistemas alimentarios y las cadenas de valor no sostenibles, y la desigualdad.

Desde 2008, hemos trabajado con la Secretaría del CDB en innumerables temas, como el enfoque de paisaje; la necesidad de contar con sistemas alimentarios biodiversos, seguros y resilientes; y los bosques y la agricultura, y hemos elaborado de manera conjunta un informe técnico con el fin de apoyar la aplicación de directrices para hacer más sostenible el sector de carne de monte , las cuales fueron aprobadas por los países miembros del CDB en diciembre de 2017.

En todas las dimensiones del nuevo marco, nuestro trabajo tiene como objetivo reducir las amenazas a la biodiversidad destacando el potencial de los árboles en las chacras para la biodiversidad y el bienestar humano con el fin de mejorar la capacidad de los países para cumplir con la Meta 7 de Aichi (Agricultura sostenible), promoviendo enfoques agroecológicos, la necesidad de revertir la disminución de la diversidad de especies arbóreas y el papel que puede cumplir la agroforestería —si es implementada de una manera correcta— en la restauración de los ecosistemas agrícolas y forestales. Nuestro trabajo ha contribuido a mejorar la calidad física y genética de las semillas de árboles para la restauración en Etiopía y a hallar caminos hacia bioeconomías resilientes mediante el uso sostenible de productos forestales maderables y no maderables.

La biodiversidad del subsuelo es uno de nuestros principales focos de investigación, y codirigimos la Coalition of Action 4 Soil Health (CA4SH) (Coalición de la acción 4 sobre salud del suelo). También trabajamos en ecosistemas montañosos cruciales, como las torres de agua de África Oriental, y a través de la iniciativa Mountain Futures, y estamos explorando formas de hacer más sostenible el comercio mundial de, por ejemplo, aceite de palma, café y aves canoras en Indonesia.

Gran parte de nuestra investigación se centra en satisfacer las necesidades de las personas mediante el uso sostenible y la distribución de beneficios, por ejemplo, detallando cómo preservar la biodiversidad forestal sin perder medios de vida, y a través de nuestro trabajo acerca del uso sostenible y equitativo de la tierra y los bosques como parte de nuestro estudio comparativo global sobre REDD+.

Nuestra investigación innovadora también está demostrando de qué manera los árboles y los bosques contribuyen al sistema alimentario mundial, y llevamos mucho tiempo destacando la importancia de la gestión sostenible de la vida silvestre, mostrando por qué eliminar la carne de animales silvestres del menú no es una opción para muchas personas.

El reconocimiento de la desigualdad que afecta a las mujeres, los pueblos indígenas y otros grupos marginados ha orientado nuestra investigación desde un inicio. Para apoyar la finalización del Plan de Acción de Género del CDB, expertos del Programa de Investigación sobre Bosques, Árboles y Agroforestería (FTA) del CGIAR colaboraron con la Secretaría del CDB en la elaboración de materiales para apoyar un Marco Mundial para la Diversidad Biológica Posterior a 2020 con perspectiva de género. Trabajamos en estrecha colaboración con las comunidades indígenas, cuya gestión eficaz del suelo es evidente en el hecho de que las tierras que ocupan contienen el 80 por ciento de la biodiversidad que aún queda en el mundo en tan solo el 20 por ciento del territorio del planeta. Un ejemplo reciente de ello es un mapa interactivo sobre la gestión forestal comunitaria de los pueblos indígenas de la Amazonía peruana.

Para que la investigación sea útil y sea utilizada, es necesario plasmarla en herramientas para los profesionales y los responsables de la formulación de políticas. CIFOR-ICRAF es un centro mundial de excelencia en ciencias forestales y agroforestales, salud del suelo y restauración de tierras, con laboratorios de vanguardia sobre suelos vivos, recursos genéticos arbóreos y una variedad de herramientas como la Plataforma Mundial de Conocimiento sobre Árboles, el Mapa de Datos sobre Carne de Monte y el Portal Landscape. Por último, desarrollado por africanos para africanos, el Consorcio Africano de Cultivos Huérfanos está secuenciando los genomas de 101 cultivos alimentarios tradicionales africanos para facilitar su mejora genética y reducir el retraso en el crecimiento infantil debido a malnutrición, una cuestión que también es esencial para nuestra investigación sobre carne de monte.

Así pues, ya sea en bosques, tierras de cultivo, humedales o zonas áridas, trabajamos para proteger la diversidad y la integridad de los ecosistemas, en pro tanto de la biodiversidad como del bienestar humano. La biodiversidad no es algo opcional que “es bueno tener”, sino algo fundamental para nuestra supervivencia, como demuestra una estimación realizada por el grupo asegurador Swiss Re, según la cual el 55% del PIB mundial depende de contar con ecosistemas sanos y funcionales.

Sin embargo, tal y como afirma el informe Estado de la financiación para la naturaleza 2022, publicado recientemente por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el mundo gasta tres veces más en “flujos financieros negativos para la naturaleza” que en protección ambiental. Pero el informe señala que la pérdida de biodiversidad puede detenerse si se duplican rápidamente los flujos financieros destinados a soluciones basadas en la naturaleza; esto también podría reducir considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero y contribuir a la restauración de casi 1000 millones de hectáreas de tierras degradadas.

Según el Foro Económico Mundial, dar prioridad a la naturaleza en el sector privado mediante políticas positivas para la naturaleza podría atraer más de USD 10 billones de nuevo valor anual de negocio y crear 395 millones de puestos de trabajo de aquí al año 2030. Y las conclusiones de un estudio de 2020 sugieren que el 60 por ciento de las extinciones de especies podrían evitarse si se restaura apenas el 15 por ciento de las tierras degradadas y al mismo tiempo se detiene la conversión de los ecosistemas naturales. Dado que un millón de especies se encuentran amenazadas y podría producirse una pérdida potencial del 30-50 por ciento de todas las especies para el año 2050, estas son noticias alentadoras.

Pero no es posible encajar la biodiversidad en una hoja de balance. Aunque es cierto que algunas especies amenazadas pueden recuperarse, no existe tal cosa como una “compensación de biodiversidad”. Salvar una especie de tortuga en una parte del mundo no puede compensar la pérdida de medios de vida, alimentos, salud o beneficios culturales de comunidades que dependen de un ecosistema, como el bosque amazónico, que ha colapsado por la rápida pérdida de especies clave. La extinción es un proceso permanente, los ecosistemas son complejos y nos encontramos cerca de varios puntos de inflexión que harán que la Tierra se convierta de un planeta habitable en uno inhóspito.

Para salir de este callejón sin salida será necesario hacer un giro hacia un punto de inflexión cultural, uno en el que cambiemos nuestra perspectiva sobre la naturaleza de una fuente de productos que deben ser consumidos para lograr el crecimiento económico a algo que nos proporciona servicios inconmensurables —aunque no inagotables—, ya sea en forma de alimentos, agua y aire limpios, medicinas, ocio o sustento espiritual. Desarrollar una cultura de corresponsabilidad es el primer paso hacia la transformación de nuestra economía y sociedad para apoyar la biodiversidad, en lugar de acabar con ella.

Pero ¿cómo podemos lograrlo? Superando nuestra incapacidad humana para percibir las amenazas futuras como reales y trabajando para desarrollar una nueva “inteligencia prospectiva” que no solo proteja las especies en peligro de extinción y los ecosistemas al borde del colapso, sino que también garantice un futuro viable para nuestros hijos y nietos.

La miopía no es el único talón de Aquiles que podría llevar a la humanidad a la ruina; el pensamiento de grupo puede ser otro. Parafraseando a Ehrlich y Ehrlich en su artículo de 2013 sobre el posible colapso de la civilización global, las naciones deben estar dispuestas a hacer todo lo posible para resolver las crisis mundiales, sin esperar a que otros actúen primero.

El conocimiento científico nunca ha sido más claro ni más claramente comunicado. Lo que más necesita la naturaleza en estos momentos es un liderazgo verdadero.

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