El cambio es parte de la vida. Pero para quienes hoy en día viven en paisajes formados por bosques y fincas, este cambio puede ser rápido.
La siempre creciente demanda de alimentos, productos maderables y carne, conlleva a que los mosaicos de árboles, hogares, tierras agrícolas y de pastoreo y otros espacios, que antes eran estables, están siendo transformados.
Una nueva investigación busca entender los impactos de estas transformaciones para las personas que viven en estos paisajes, personas que cultivan la tierra, crían ganado, recolectan frutos y cosechan madera.
“Sabemos que más del 40- 60 por ciento de los alimentos del mundo son cultivados por pequeños agricultores que trabajan en paisajes diversos. Son esas personas y esos paisajes los que estamos tratando de entender mejor”, afirmó Terry Sunderland, investigador principal del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
Durante la reciente reunión de la Asociación de Biología Tropical y Conservación (ATBC por su sigla en inglés) desarrollada en Mérida, México, los investigadores que participan en la iniciativa de CIFOR denominada Cambio Agrícola en Paisajes Tropicales, presentaron los resultados de estudios realizados en siete países, miles de hogares y que incluye décadas de información satelital.
Todas las presentaciones partieron de la pregunta fundamental que el proyecto propone: “¿el cambio agrícola en paisajes tropicales resulta en mejores resultados para los medios de vida?” Aunque la pregunta final que los investigadores se hacen es más bien práctica como filosófica: “¿el cambio siempre trae mejoras?”.
VIVIENDO AL BORDE
“Los cambios a nivel de paisaje pueden ser de gran beneficio a corto plazo, pero nos interesa cada vez más lo que pasa a largo plazo. Hay impactos en conservación, en medios de vida y en seguridad alimentaria, que es lo que estamos analizando en este estudio’’ explicó Sunderland.
“Hay una gran gama de beneficios y de ventajas y desventajas a lo largo de estos paisajes, pero una cosa está clara, el contexto es de mucha importancia. No hay un modelo único que se ajuste a todas las situaciones”, agregó.
Mediante encuestas realizadas a más de 2000 hogares en varios paisajes que contienen una mezcla de cobertura forestal y agricultura, integrados con mercados de bienes locales y mundiales, que van desde Nicaragua hasta Burkina Faso e Indonesia, los investigadores buscaron abarcar una gran cantidad de información con el fin de entender lo que sucede cuando las personas pierden el bosque ubicado en sus cercanías, realizan una transición agrícola o encuentran algún tipo de balance entre estas dos situaciones.
“Necesitamos entender mejor cómo interactúan la agricultura y el medio ambiente. Por ejemplo, en Etiopía observamos que la pérdida de bosques puede tener impactos sobre medios de vida no previstos en términos de tierras de pastoreo, y en Indonesia observamos una clara, y no necesariamente positiva, transición dietética en paisajes cubiertos por palma aceitera,”, dijo Sunderland.
Profundizando el análisis del conjunto de datos y buscando patrones susceptibles de generalizar, Josh Van Vianen de CIFOR, discutió sobre los resultados concernientes a alimentos que desafían la visión de que los bosques brindan una red de seguridad alimentaria. “En los siete paisajes que fueron analizados, las personas que dependen más de los bosques, son también los que cuentan con menor seguridad alimentaria”, afirmó.
Para las personas que no dependen totalmente de los bosques para su supervivencia o sus medios de vida, los bosques también juegan un papel importante, al incrementar la seguridad alimentaria para quienes visitan regularmente estos bosques, señaló Van Vianen.
Lo que queda claro es que estos espacios verdes son vitales en términos de dietas, diversidad dietética y nutrición, y los cambios pueden tener impactos tanto definitivos como indirectos. Pero cambiando la visión hacia una más general, los datos obtenidos desde el espacio Ofrecen más información relevante.
ENCUENTROS CERCANOS
Durante la conferencia de la ATBC, los investigadores presentaron un conjunto de estudios que incorporaron el uso de tecnología satelital, junto con Sara Gergel, profesora asociada de la Universidad de British Columbia, quien hizo la cautivante pregunta: “¿Qué tan bien reflejan los cálculos de pérdida forestal obtenidos con teledetección las percepciones locales?”.
Con la apariencia simple de sus objetivos comparativos, esta pregunta ahonda y resalta las muchas formas en que los investigadores pueden hacer uso de los resultados con que disponen.
El comparar los reportes de pérdida forestal que las personas han hecho con los cálculos satelitales, Gergel notó “resultados sorprendentes” pues los cambios percibidos en el terreno se parecían muy poco a los datos obtenidos desde el espacio.
Sin embargo, cuando se compararon resultados sobre actividad agrícola y cambio, hubo una clara correspondencia con los cálculos obtenidos con la teledetección.
Un estudio hecho en montañas de Bangladesh realizado por Ronju Ahammad, ofreció una visión de esta aparente inconsistencia de que entender la pérdida forestal no se trata solo de imágenes satelitales de cobertura arbórea, sino que las dinámicas históricas y la experiencia vivida juegan un importante papel.
Además, lo que sucede durante la vida de un hogar y una comunidad es clave a la hora de observar el cambio agrícola y sus impactos, al haber encontrado Gregel que el 70 % de los bosques del mundo están a menos de un kilómetro del borde forestal.
EL ARTE DE ALIMENTARSE
Para quienes viven en mosaicos forestales, con sus diversas fronteras, esto significa la proximidad a productos del bosque y a alimentos como carne de monte, pescado, vegetales y frutas. Pero cuando se pierde el bosque, también se pierde el acceso de las personas a estos recursos.
Sunderland enfatizó durante la presentación de resultados del estudio titulado Cambio agrícola en paisajes tropicales en la ATBC de México, que el objetivo de este fue “desbaratar algunos mitos” sobre las dietas y la expansión agrícola.
“Resultados recientes muestran que necesitamos ir más allá del clásico pensamiento lineal de que para alimentar mejor un mundo creciente y en desarrollo necesitamos más comida.
Más seguridad alimentaria no significa necesariamente más producción, ni requiere expansión hacia tierras forestales’’, dice Sunderland.
“Este estudio apoya el llamado a la necesidad de concentrarnos en la calidad de las dietas y no necesariamente en la cantidad”, afirmó el investigador.
Van Vianen señaló que independientemente del país, paisaje o labor a lo largo del espectro desde recolección forestal hasta cultivo, quienes visitan los bosques con mayor regularidad tienen en general una diversidad dietética por hogar más alta.
“El vivir cerca del bosque significa una mayor variedad en la dieta y una mejor nutrición, pero en general, una menor seguridad alimentaria”, afirmó.
Pero ¿qué es lo que rige los patrones de escasez y seguridad? En una entrevista, Van Vianen afirmó que las preguntas de escala global requieren respuestas de escala global, y postuló que el gran evento de El Niño de 2015- 2016 pudo haber jugado un papel específico al impulsar la reducción mundial de recursos forestales que impactaron la red de seguridad de agricultores en áreas boscosas.
Cambios tanto globales como locales han sido considerados en este estudio, y Sunderland enfatiza que tanto como la demanda mundial de alimentos cambia, también deben cambiar nuestras ideas sobre mejores formas de producción de alimentos.
“Los paisajes diversos con frecuencia tienden a ser más resilientes tanto en el aspecto económico como ambiental y suplen mejor las necesidades de los hogares rurales” dijo Sunderland. “La forma en que aprovechemos esa resiliencia definirá en gran medida cómo se intersectan la agricultura con el medio ambiente, especialmente ante un clima cambiante”.
Concluyamos entonces que la respuesta a la inquietud si el cambio dentro o cerca del bosque es bueno o malo para las personas, sigue siendo la misma: Es complicado.
Esta investigación se desarrolló gracias al soporte de USAID.
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