Para muchas personas, la sola mención del aceite de palma evoca imágenes distópicas de árboles plantados en formación militar en vastas extensiones de tierra desprovistas de la abundante vegetación y diversidad que caracterizan a los bosques tropicales en su estado natural.
Pero 18 parcelas demostrativas en 60 hectáreas de tierra en el estado amazónico de Pará, en el norte de Brasil, están cambiando esa imagen, lo que plantea un desafío a la idea convencional de que este aceite esencial solo puede cultivarse de manera rentable en grandes volúmenes como un monocultivo químicamente dependiente.
Desde 2017, Andrew Miccolis y un equipo de investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional y el Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) han demostrado que las palmas aceiteras pueden producir mayores rendimientos y una amplia gama de beneficios en sistemas agroforestales mixtos.
En 2008, sobre la base de los esfuerzos pioneros en tres parcelas por parte de la empresa de cosméticos Natura & Co., la agencia brasileña de investigación de cultivos Embrapa y la Cooperativa Agrícola Mixta Tomé-Açu de Pará, a través del proyecto SAF Dendê, los investigadores también han demostrado que la agroforestería de palma aceitera puede ofrecer retornos financieros competitivos.
“Una combinación de palma aceitera intercalada con hileras de árboles maderables y cultivos como el açaí (Euterpe oleracea), plátano, cacao, maracuyá y mandioca puede funcionar tan bien o incluso mejor que los monocultivos”, dijo Miccolis, coordinador de país de CIFOR-ICRAF en Brasil e investigador principal de este proyecto, durante una entrevista por el Día Internacional de los Bosques.
“Los beneficios se extienden a mejores medios de vida de los agricultores y ecosistemas más saludables debido a una mejor salud del suelo y una mayor diversidad de plantas, así como una mayor retención de carbono en comparación con los sistemas de monocultivo convencionales”, señaló. Además, “los agricultores del proyecto también han informado que estos sistemas se adaptan mejor a los efectos del cambio climático, como las sequías prolongadas, que son cada vez más comunes en esta región”.
Después de 11 años, las primeras parcelas de prueba de 6 hectáreas iniciadas por Natura/CAMTA en 2008, rindieron un volumen de producción de racimos de frutas ‒de los cuales se extrae el aceite de palma‒ de 180 kg por planta, en comparación con 139 kg por planta en monocultivos a la misma edad.
El aceite de palma, una de las principales causas de la deforestación en todo el mundo se utiliza en aproximadamente la mitad de los productos envasados disponibles en los supermercados en comidas preparadas, productos horneados, chocolate, cosméticos y champú, por nombrar algunos. También se utiliza como alimento para animales y como biocombustible.
Los sistemas de producción sostenible brindan una gran flexibilidad a los agricultores, ofreciendo una mejor protección contra la fluctuación de los precios del mercado y otros riesgos, como las enfermedades de las plantas. Les permite adaptar el sistema a sus propias necesidades de subsistencia y adaptarse a las condiciones cambiantes del mercado.
“Por ejemplo, cuando el precio de la palma aceitera se desplomaba en los mercados mundiales y, al mismo tiempo, el precio del cacao era bastante alto, los agricultores tenían la opción de podar y entresacar la palma aceitera y permitir que el cacao tuviera más sol, para priorizarlo para la venta”, explicó Miccolis, y agregó que en total se cultivan 35 especies junto con la palma aceitera en las parcelas de prueba.
“Ahora también ocurre lo contrario, pues el precio de la palma aceitera realmente ha subido mucho. Casi se ha triplicado en los últimos años. Eso aumentó la demanda de aceite de palma y permitió a los agricultores concentrarse un poco más en la palma aceitera que en los otros cultivos de árboles”.
Otro beneficio se deriva del hecho de que los agricultores y agricultoras están gestionando varios árboles en la misma parcela, lo que reduce su insumo de mano de obra. Un agricultor puede producir un volumen menor de palma aceitera por hectárea debido a una menor cantidad de árboles, pero en general, producirá más si se tienen en cuenta los otros cultivos.
“Los resultados preliminares de los modelos financieros muestran que estos sistemas también son económicamente más viables que los sistemas de monocultivo, con períodos de recuperación más cortos, tasas internas de retorno más altas y un retorno laboral más favorable”, dijo Miccolis.
“También creemos que la mayor proporción de tierra equivalente conducirá en última instancia a la preservación de la tierra, lo que reducirá la necesidad de invadir los bosques en las parcelas vecinas. En lugar de utilizar técnicas de roza y quema para despejar la tierra para la yuca, por ejemplo, pueden producir más yuca en la misma parcela que la palma aceitera. Y, por lo tanto, se podrá despejar menos tierra para hacerlo”.
La quema, también conocida como agricultura itinerante o anteriormente como “roza y quema” se utiliza en los trópicos para despejar y preparar la tierra para la siembra. En las parcelas de SAF Dendê, la quema se reemplaza por “roza y mantillo”, que implica el desbroce o poda, lo que fomenta un nuevo crecimiento, promoviendo la salud del suelo y el desarrollo de las plantas.
Los mayores rendimientos se deben en gran parte a las prácticas intensivas de manejo agroecológico que utilizan los agricultores, en las que los nutrientes son suministrados en gran medida por la biomasa de árboles y arbustos conocidos como fertilizantes o especies “ingenieras”.
También se utiliza el compostaje y los residuos de subproductos obtenidos de las plantaciones de palma aceitera, los racimos de frutas frescas, así como las cáscaras y otros desechos vegetales de la planta procesadora de frutas de CAMTA. De esta forma, los agricultores evitan los fertilizantes y pesticidas químicos, lo cual se alinea a uno de los objetivos de la investigación que es probar si es posible suministrar los nutrientes requeridos por la palma aceitera y otros cultivos arbóreos a través de estas plantas altamente eficientes.
“La gente habla de la economía circular, pero esto es una agroforestería circular basada en principios y prácticas agroecológicas”, señaló Miccolis. “Uno de los componentes de este proyecto es realmente aprovechar al máximo la biomasa que se produce localmente a través de estos sistemas”.
Los ensayos se diseñaron utilizando métodos participativos para garantizar que cumplan con los objetivos de los agricultores y los criterios ambientales. La inclusión es un enfoque clave en el proyecto, ya que las “granjas familiares” en la región a menudo son demasiado pequeñas para calificar al abastecimiento de grandes empresas, que requieren plantaciones de 6 a 10 hectáreas.
“Existe la creencia generalizada de que los cultivos intercalados con otros cultivos perennes y árboles nativos no pueden funcionar para la palma aceitera. Los primeros hallazgos de las granjas familiares dirigidas por CIFOR-ICRAF sugieren que no solo es técnica y financieramente factible intercalar árboles duraderos con palma aceitera, sino también que, cuando se manejan adecuadamente, estos sistemas pueden brindar beneficios sociales y servicios ambientales clave”, apuntó Miccolis.
“En lugar de reducir el impacto sobre la biodiversidad causado por el desmonte de tierras, en realidad estamos tratando de llevar la biodiversidad a las plantaciones de palma aceitera, lo cual es bastante novedoso. Si bien se deben abordar las condiciones favorables, existe un gran potencial para la adopción de estas técnicas agroforestales en otros paisajes tropicales”.
Este proyecto recibió el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) en su segunda fase (2017-2020) y cuenta con el respaldo de la Plataforma de Asociación Transformadora sobre agroecología de CIFOR-ICRAF.
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