Peru - Perú se ha fijado como objetivo restaurar unos 3 millones de hectáreas de tierras degradadas en el corto plazo, pero el país aún se encuentra detrás de sus vecinos en cuanto se refiere a ampliar la escala de las plantaciones forestales para satisfacer necesidades ambientales y sociales.
Aunque las plantaciones forestales pueden proporcionar servicios ecosistémicos, así como ingresos para las comunidades y los negocios, existe la necesidad de contar con más investigación, capacitación, incentivos financieros y tributarios y seguridad en la tenencia de la tierra, como señala un reciente estudio del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).
“Se estima que actualmente alrededor de un tercio de la demanda mundial de madera aserrada es cubierta con la que proviene de plantaciones forestales comerciales, y se espera que esta proporción aumente con el tiempo”, explica Manuel Guariguata, científico principal, líder del equipo de manejo forestal y restauración de CIFOR y uno de los autores del estudio.
Muchos países han comenzado a promover la forestería de plantaciones para reemplazar a la madera proveniente de bosques naturales, y en ese sentido el Perú está dando los primeros pasos en esa dirección. En los últimos años, se han logrado algunos avances gracias a una simplificación de las regulaciones para las plantaciones forestales y a varios proyectos modelo, pero el país aún requiere una hoja de ruta a largo plazo para aprovechar el potencial de las plantaciones forestales en las próximas décadas, según Guariguata.
Menor presión sobre los bosques naturales
Históricamente, la legislación forestal del Perú ha puesto énfasis en la producción de madera de concesiones autorizadas por el gobierno en sus bosques naturales amazónicos, en vez de las plantaciones. Pero una plantación bien administrada puede producir un rendimiento mayor que la producción en bosques naturales, dice Héctor Cisneros, coordinador del programa forestal de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el Perú.
“El Perú tiene un bosque tropical muy rico, pero es complicado desde el punto de vista de la producción forestal”, dice. “Las plantaciones deben ser una herramienta para ayudar a proteger el bosque natural. Si la industria está más estrechamente ligada a las plantaciones forestales, eso reducirá la presión sobre los bosques naturales”.
Las plantaciones pueden producir un mayor volumen de madera por hectárea porque los administradores pueden garantizar la uniformidad en el crecimiento, el diámetro del árbol en el momento de la cosecha y la calidad de la madera, dice Cisneros. Pero para ello se requiere acceso a material genético de alta calidad, suelos adecuados, y gerentes y trabajadores capacitados en la administración de toda la cadena de valor, desde la plantación hasta el consumidor.
Investigación y tecnología son necesarias
Aunque 15 universidades peruanas ofrecen carreras forestales, ninguna tiene una especialidad en gestión de plantaciones forestales, y los pocos cursos que se ofrecen son insuficientes para satisfacer la necesidad de personal capacitado, según Carlos Llerena, decano de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional Agraria La Molina, en Lima.
Dada la limitada área de plantaciones forestales en el Perú, que se estima en apenas unas pocas decenas de miles de hectáreas, hay pocos empleos para especialistas, dice. Al mismo tiempo, la falta de especialistas también frena el desarrollo de nuevas plantaciones.
Las universidades podrían ayudar a romper ese círculo vicioso proporcionando información más detallada sobre las especies, ayudando a los estudiantes a obtener becas para estudiar con expertos en el extranjero y regresar al Perú a aplicar sus conocimientos, y trabajando con gobiernos subnacionales que buscan promover las plantaciones forestales, sostuvo Llerena durante una mesa redonda realizada durante la presentación del estudio de CIFOR en Lima.
Las universidades también pueden contribuir a la mejora de la calidad de la madera de las plantaciones, mediante investigación para mejorar tanto el material genético como las técnicas de gestión de la madera. El Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) del Perú también desempeña un papel importante, al contar con parcelas experimentales en diferentes tipos de ecosistemas en todo el país, explicó por su parte Eloy Cuéllar, quien encabeza la Dirección de Desarrollo Tecnológico Agrario del INIA.
El potencial del país
Los variados ecosistemas del Perú —desde la costa seca desértica hasta la cordillera de los Andes y la Amazonia— ofrecen posibilidades para diferentes tipos de plantaciones, utilizando tanto especies nativas como introducidas, según explica por su parte Leoncio Ugarte, director de estudios e investigaciones forestales en el Servicio Forestal Nacional del Perú (SERFOR).
Si bien algunas plantaciones podrían producir madera para uso industrial, otras podrían satisfacer diferentes necesidades. En el altiplano andino, donde solo quedan vestigios de bosques nativos, las plantaciones de especies nativas podrían ayudar a proteger las partes superiores de las cuencas hidrográficas, proporcionando servicios ecosistémicos para los usuarios del agua río abajo.
“En vez de cosechar la madera, las comunidades u otros propietarios de esas áreas podrían recibir pagos por los servicios ecosistémicos que brindan sus plantaciones”, dice Ugarte.
Se requiere clarificar la tenencia y zonificación
Aunque el Perú cuenta con millones de hectáreas de tierras degradadas que podrían ser utilizadas para plantaciones, algunas barreras regulatorias obstaculizan la expansión del sector.
Lo primero es la falta de una definición clara de lo que significa “degradado”, dice Ugarte.
Actualmente, SERFOR está realizando un cálculo detallado del área adecuada para plantaciones forestales. Debido a que diferentes especies tienen diferentes necesidades y algunas están mejor adaptadas que otras a diferentes tipos de suelos y nichos climáticos, los planificadores deben considerar qué especies son las más adecuadas para diversas áreas del país, dice Ugarte.
Esto implica una planificación del uso del suelo a gran escala —designando ciertas áreas para la agricultura, para concesiones forestales, para bosques protectores y para plantaciones, por ejemplo—, así como una zonificación más local, para determinar qué especies son más adecuadas en función del tipo de suelo, de las precipitaciones y de otros factores.
Es probable que la mayor parte del área adecuada para plantaciones forestales consista en fragmentos relativamente pequeños, en vez de extensiones grandes y continuas adecuadas para grandes plantaciones, dice. Algunas pueden estar en manos de pequeños propietarios, mientras que otras pueden ubicarse en comunidades indígenas. Puede que en muchos casos no sea clara la propiedad de la tierra, lo que constituye un elemento disuasivo para los inversionistas privados interesados en el negocio de las plantaciones forestales.
Asegurar una tenencia clara es crucial para las plantaciones, pues los productores requieren una inversión a largo plazo por de dos a cuatro décadas, dice Ugarte. La falta de claridad sobre la tenencia de la tierra puede conducir a conflictos sociales sobre las plantaciones. Sin embargo, una vez que la tenencia es clara, se pueden diseñar incentivos financieros para diferentes tipos de plantaciones a diferentes escalas.
“Lo que busca el inversionista de plantaciones forestales es diversificar su cartera, obtener rentabilidad, pero también está comprometido con la mitigación del cambio climático”, dice Robert Hereña, gerente general de Reforestadora Bánati Bosque S. A. C., una empresa que cultiva teca en la zona central del Perú.
“Además, [esto] puede conllevar beneficios sociales, porque las plantaciones [a menudo] se instalan en zonas rurales, donde el mayor porcentaje [de la población] se encuentra en la pobreza o la pobreza extrema”, dijo Hereña durante la mesa redonda.
Los productores de árboles de pequeña escala también pueden desempeñar un papel importante a lo largo de la cadena de valor, pero requieren asistencia técnica, mecanismos de financiamiento apropiados para las necesidades y condiciones locales, y acceso a los mercados. Los inversionistas privados también pueden asociarse con las comunidades indígenas del altiplano andino o la región amazónica para el desarrollo de plantaciones, aunque ello requiere generar confianza entre el sector privado y las comunidades, que a menudo desconfían unos de otros, dice Cisneros de la FAO.
Enfocarse en las necesidades futuras del mercado
Al planificar plantaciones forestales industriales de árboles de pequeña o mediana escala, los inversionistas y operadores deben considerar las necesidades futuras del mercado, dice Jessica Moscoso, directora ejecutiva de CITE Madera, un centro de innovación tecnológica patrocinado por el gobierno que se enfoca en productos de madera sostenibles y asistencia a fabricantes de muebles en un parque industrial de Lima.
Con demasiada frecuencia, los operadores de las plantaciones se centran en las especies que pueden cultivar, más que en las especies requeridas para fabricar productos específicos que el mercado demanda, o que podría necesitar dentro de 15 a 30 años, cuando los árboles estén listos para la cosecha, dijo Moscoso durante la mesa redonda.
“Las plantaciones nos permiten adaptar la oferta a la demanda”, dice, y agrega que también permite a los productores proyectar las necesidades futuras y aumentar los volúmenes de madera. “Es sumamente importante que definamos lo que queremos plantar, centrándonos en la demanda futura”.
Eso implica desarrollar y capacitar personal para toda la cadena de comercialización, dice por su lado Cisneros. La mayoría de las plantaciones actualmente producen madera aserrada, pero el Perú podría emular a sus vecinos Brasil y Chile, donde la industria también produce astillas de madera, pulpa e incluso papel, agrega.
El estudio de CIFOR y sus socios concluye que el Perú aún carece de una hoja de ruta clara para el desarrollo del sector de plantaciones forestales, para que este pueda contribuir a los compromisos de restauración y mitigación del cambio climático del país.
La planificación debe incluir no solo al Servicio Forestal Nacional y al Ministerio de Agricultura, sino también a los ministerios responsables de economía y finanzas, producción y comercio. Y requiere una visión a largo plazo que tenga continuidad de una administración pública a la siguiente.
El país debe establecer diversas iniciativas piloto en diferentes ecorregiones, que puedan servir como modelos y permitan a los planificadores elegir las que tienen potencial para ampliarse a nivel subnacional o nacional, dice Cisneros.
Todos estos pasos contribuirán a la hoja de ruta, la cual, afirma, se irá construyendo “poco a poco”.
Para obtener más información sobre el tema, póngase en contacto con Manuel Guariguata en m.guariguata@cgiar.org.
Este estudio y el evento de presentación de sus resultados, contó con el apoyo financiero del Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID) – UKaid.
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