Imagínese que está cenando en un restaurante con un amigo. Los dos ordenan el plato especial ‘mar y tierra’, es decir una entrada de langostinos y un filete de carne. Tal vez no lo sepa pero la huella de carbono de su menú es increíblemente enorme.
Si la carne y la comida de mar provienen de un lugar en el trópico, donde los manglares crecían, las emisiones de gas tipo invernadero que solo los dos comensales produjeron serían el equivalente de manejar desde Los Ángeles a Nueva York de ida y regreso, es decir la impresionante cantidad de 1632 kilos de dióxido de carbono.
O, para ponerlo en otros términos, esas emisiones de gas tipo invernadero pesarían casi tanto como el carro en el que llegó al restaurante.
Para llegar a esta cifra, los investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) trabajaron por siete años en los bosques lodosos de manglar del Sureste de Asia y de América Central.
A lo largo de los trópicos, los bosques de manglar están siendo talados para dar paso a la agricultura y acuicultura. Al encontrarse en los límites entre el mar y la tierra, su lado marino se convierte en estanques para cultivo de camarón, y su lado seco es drenado para convertirse en campos de arroz o pasturas de ganado.
Los investigadores examinaron 55 sitios sujetos a este tipo de cambio, en Indonesia, Costa Rica, Honduras, México y República Dominicana. Es la primera vez que un estudio sobre la huella de carbono toma en cuenta las emisiones de gases tipo invernadero que resultan de la deforestación.
Al hacer los cálculos finales, incluso estos investigadores quedaron sorprendidos.
Por cada kilo de carne producida en tierra de bosque de manglar que ha sido convertida, se liberan a la atmósfera 1440 kilos de gases tipo invernadero que afectan el clima. Con el langostino es peor: 1603 kg de emisiones por kilo del crustáceo.
“Nos sorprendimos al saber que las huellas de carbono fueran tan altas” afirma el autor principal Boone Kauffman, experto en manglares de la Universidad de Oregón.
EMISIONES DE TAMAÑO EXTRAORDINARIO
Así que, ¿cuál es la razón de estas emisiones extraordinariamente grandes?
Los bosques de manglar almacenan mucho más carbono que los bosques tropicales terrestres pues lo secuestran en una inmensa cantidad en el suelo; en algunos casos hasta el 98 % de las reservas de carbono en un ecosistema de manglar puede estar bajo tierra.
Cuando estos bosques se talan y drenan, el carbono no solo se pierde en la descomposición de hojas, ramitas y ramas. Todo ese carbono en el suelo también se libera, y no solo se libera a nivel superficial. El estudio encontró que la deforestación puede liberar el carbono almacenado en una profundidad de hasta tres metros bajo tierra.
Es por ello que los manglares pueden representar tanto como el 12 % del total de emisiones de toda la deforestación de los trópicos, afirma Kauffman, aunque estos bosques solo representan el 0,6 % del área terrestre ocupada por los bosques tropicales.
“Se están perdiendo siglos de secuestro de carbono en tan solo unos años de uso de la tierra” sostiene Kauffman.
Este es otro gran problema derivado de los cambios de uso, los estanques de langostino en particular tienen poca duración. Enfermedades, acidificación del suelo, polución y condiciones del mercado, tienden a limitar su uso a tan solo tres a nueve años (para fines de este estudio, los investigadores asumieron una cantidad conservadora de nueve años, lo que significa que la huella de carbono de algunos langostinos sería aún mayor), pues, una vez que se agota la explotación del área, los estanques son abandonados y los acuicultores se mudan al siguiente parche de manglar.
UNA PREGUNTA SIMPLE
El estudio en Indonesia del investigador principal de CIFOR, Daniel Murdiyarso, ha demostrado cuánto carbono pueden proteger los ecosistemas de manglar.
“los manglares pueden almacenar hasta dos veces más carbono por hectárea que los bosques terrestres, y en algunos casos hasta cinco o seis veces más”, afirma el investigador.
Nuevas investigaciones demuestran que las emisiones pueden reducirse durante la conversión del manglar si se limita la exposición del suelo excavado al aire, pero encontrar formas de reducir la vertiginosa deforestación de los manglares es todavía más importante.
Murdiyarso ayudó a Kauffman a conceptualizar el estudio de huella de carbono. Estos dos investigadores querían encontrar una forma de hacer más entendible el impacto sobre el clima de la deforestación del manglar.
“Cuando los investigadores hablan del papel de la deforestación el cambio climático, tienden a hablar de la imagen global, petagramos, gigatoneladass, miles de millones de toneladas métricas de carbono, y el público en realidad no lo entiende” sostiene Kauffman.
“De esta manera en lugar de hablar de escalas globales, decidimos tratar de reducirlo a la escala de una cena, para informar sobre la influencia de la deforestación a escala personal”.
Fue más difícil de lo que parece. Tuvieron que encaramarse en las raíces aéreas de mangle para medir los árboles, recolectar cada uno de los palitos de madera en el suelo, y colectar muestras de suelo lodoso para llevar al laboratorio.
“Estar en el barro libera al niño interior que llevamos dentro”, bromea Kauffman. Pero este pesado trabajo tenía un objetivo muy serio.
“Trabajamos en este proyecto por siete años para asegurarnos de hacerlo bien”, dice Kauffman. “Estamos ante problemas ambientales que no tienen precedentes, particularmente las amenazas del cambio climático y sus posibles ramificaciones ambientales y sociales”.
“Así que es muy importante transmitir nuestros estudios científicos de manera que el público puede comprender y ver cómo sus actividades diarias también afectan el clima, y puedan vivir sus vidas de manera acorde”.
El resultado es un estudio que utiliza información mundial sólida y real procedente de una amplia gama de sitios a lo largo de los trópicos, con el objeto de hacer pensar a las personas acerca de una simple pregunta: ¿Vale la pena causar un equivalente a 1600 kilos de emisiones de gases tipo invernadero por comer un kilo de langostinos?
Para mayor información sobre este tema, puede contactar a Boone Kauffman (boone.kauffman@oregonstate.edu) o Daniel Murdiyarso (D.Murdiyarso@cgiar.org).
Esta investigación cuenta con el soporte de USAID.
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