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¿Se puede calcular el valor de la naturaleza?

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¿Qué es más valioso: el hábitat de una especie en peligro de extinción, el paisaje de una comunidad tradicional local, o el ingreso de una nación en términos de, por ejemplo, exportaciones de madera? Preguntas como estas son las que un equipo de investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) junto con otras instituciones asociadas, se propusieron resolver en un estudio reciente.

El estudio expone los argumentos a favor de una “nueva escuela’’ de valoración práctica de ecosistemas que permita la consideración de múltiples valores al momento de tomar decisiones sobre el uso de la tierra.

“La valoración de ecosistemas puede ser difícil y controversial, además de que los economistas tradicionales con frecuencia han recibido críticas por tratar de ponerle un precio a la naturaleza”, dice el Dr. Sander Jacob, investigador del Research Institute for Nature and Forest  (Instituto de Investigación Ambiental y Forestal) quien lidera el estudio.

El Dr. Jacobs afirma que una de las cuestiones es que cuando las personas hablan del valor, con frecuencia piensan en dinero. Pero en términos de economía ambiental, el concepto tiene un significado mucho más amplio.

“Todos valoramos todo el tiempo a la hora de tomar decisiones”, afirma Jacob.

“En sentido amplio, valorar consiste en asignar importancia, y en el contexto del ecosistema esto significa observar la forma en que las personas valoran su medio ambiente, no solo desde el punto de vista económico sino también social, cultural y ecológico”.

En la medida en que el mundo responde a los desafíos del cambio climático y crece la conciencia sobre sus fuertes impactos sociales y ambientales, existe la imperiosa necesidad de incorporar la variedad de valores que representa la naturaleza de una forma más exhaustiva y transparente, tanto en las decisiones como en las acciones.

“Los organismos a cargo de la protección y gestión de los recursos naturales deben tomar con frecuencia decisiones difíciles sobre el uso de la tierra y los recursos”, afirma Jacobs.

“Algunas veces, las necesidades del medio ambiente y las humanas pueden coexistir, pero con frecuencia hay que hacer concesiones y dejar ciertos valores fuera de tales decisiones  puede tener un impacto devastador para todos”.

MÁS QUE UN VALOR MONETARIO

Durante décadas ha habido un fuerte debate al interior de la comunidad científica sobre los enfoques académicos de valoración monetaria y no monetaria de los ecosistemas. Para hacer frente a los desafíos mundiales actuales, un grupo cada vez más grande de investigadores sostiene que es necesario un nuevo enfoque que equilibre las preocupaciones de índole ecológica, sociocultural y económica, de forma que conlleve a tomar decisiones mejor informadas y más justas.

“Necesitamos una nueva cultura, una nueva forma de asumir la valoración”, afirma Jacobs.

“Todos saben que el enfoque principal que hemos seguido es de tipo monetario, principalmente porque existen muchas herramientas y métodos que lo permiten, y hay una gran cantidad de economistas. Pero al enfrentarnos a la vida real, se ha demostrado que un enfoque de método simple puede ser deficiente. Encontramos que lo que se necesita es una nueva escuela de pensamiento de valoración con un enfoque cohesivo e incluyente, en lugar de enfrentar uno [un método] contra otro”.

“Necesitamos que quienes toman las decisiones tengan la información económica y luego digan: interesante, pero ahora necesitamos también la información social y ecológica para realizar una valoración completa”.

UN ENFOQUE QUE FUNCIONA

Los investigadores obtuvieron sus resultados de más de una docena de estudios de valoración, abarcando temas que van desde planeación urbana en Francia hasta impactos de la fracturación hidráulica (fracking) en Australia y las luchas sociales en conflictos ambientales en Colombia. Los resultados se presentaron junto con un estudio completo de valoración en un número especial de la revista Ecosystem Services, complementados con fundamentos teóricos sobre valoración y un número paralelo sobre valores compartidos.

Una lección clave de los estudios analizados es que un enfoque de valoración integrado es más ampliamente aceptado por parte de quienes toman las decisiones, en tanto que un enfoque simple de valoración, por más elegante que pueda ser desde el punto de vista científico, con frecuencia es debatido, desechado o simplemente ignorado en la práctica.

Iniciativas recientes de políticas como la de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES por sus siglas en inglés), que evalúan el estado de la diversidad biológica y los servicios que los ecosistemas brindan a la sociedad, también fueron consideradas en el estudio y se encontró que su enfoque de valoración integrado logra resultados positivos.

“Lo emocionante sobre el IPBES es que se trata de una evaluación legítimamente política: están representados tanto gobiernos, ONG, como pueblos indígenas, y todos coinciden en importantes conclusiones” afirma Jacobs.

“De tal forma que se envía un fuerte mensaje. Por ejemplo, mientras que los científicos y las ONG ya estaban al tanto del efecto nocivo de los pesticidas en nuestras abejas, a través de la IPBES se convirtió en un hecho político que dio impulso a las acciones que podrían tener mayor impacto en futuras decisiones políticas”.

La IPBES lidera un enfoque de valoración integrada de la naturaleza, el cual considerará estos estudios, así como otros más realizados alrededor del mundo.

La evaluación de la IPBES considera tres “dimensiones de valor”: el valor mismo de la naturaleza, independientemente del uso que el hombre le da; las contribuciones de la naturaleza a la humanidad; y la alta calidad de vida que brindan nuestras relaciones con la naturaleza.

“Es importante que los vacíos de conocimiento en estas tres áreas sean subsanados”, afirma Jacobs. “Pero está muy bien ver que se está trabajando en estos conceptos y que pueden ser integrados en documentos normativos de alto nivel.

NO HAY SOLUCIÓN MÁGICA

El estudio sostiene que para tener un impacto que trascienda la teoría académica, los investigadores de la valoración de los ecosistemas necesitan aprender de la aplicación real de métodos de valoración, compartiendo tanto los éxitos como los fracasos, y adaptando activamente los procesos de investigación a la realidad sobre el terreno.

“Por supuesto que no existe una solución mágica”, afirma Jacobs. “A los investigadores les gusta presentar estas, pero no existen. Tendremos que adaptar los métodos a cada uno de los contextos, y este es un mensaje clave: no existe el molde perfecto”.

Al final de cuentas, afirma, los investigadores necesitan preguntarse: ¿Para quién voy a investigar, qué uso tendrá esta investigación, y quién se verá afectado? En este punto, los investigadores deben ser cuidadosos de incluir en sus estudios los valores del rango completo de actores involucrados, particularmente aquellos que corren el riesgo de estar sub-representados en los procesos de toma de decisiones.

“Los investigadores que hacen valoraciones necesitan ir al campo y ver la realidad por sí mismos antes de siquiera pensar en el método o la experiencia necesaria. Necesitamos involucrar todas las dimensiones de valor y considerar cada una para informar cuando se toman decisiones”, afirma Jacobs.

“Como investigadores, necesitamos ir más allá de la teoría. Necesitamos resolver problemas reales”.


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